Las Salidas de la modernidad
Paco Herrera Fdez.
I say to the lead
Why did you let yourself
be cast into a bullet?
Have you forgotten the alchemists?
Have you given up hope
of turning into gold?
Nobody answers.
Lead. Bullet. With names
such as these
the sleep is deep and long.
Charles Simic
El presente trabajo surge de mi inquietud ante las aparentes salidas de la modernidad como propuestas de orientaci¢n de la cultura contempor nea.
Durante varias décadas -por no decir centurias- se han venido debatiendo los pormenores y contradicciones de la modernidad. En todo caso no se ha resuelto una v¡a concreta de soluci¢n que responda no s¢lo a llenar las carencias de la modernidad misma sino a encausar hacia un fin concreto este avanzar del mundo occidental.
Aunque Latinoamérica se encuentra imbuido en procesos de modernización, no podemos llamar a estos pa¡ses modernos, en tanto que este no es su status quo. Para hablar de modernidad y posmodernidad latinoamericana necesitar¡amos otros marcos de referencia totalmente distintos a los del primer mundo, dado que en muchos campos nuestros pa¡ses viven todav¡a la cultura del pre-capital, la etnia escondida, el onirismo m gico y el mito como motores de sus din micas sociales.
De cualquier manera para entender el concepto de lo moderno, es importante entenderlo desde sus manifestaciones m s francas en el mundo occidental. Sería tema de otro ensayo el partir de este breve análisis para preguntarnos sobre estos fen¢menos en nuestra cultura.
Es el objetivo de este ensayo el bosquejar el fenómeno moderno y plantear una revisión de sus tendencias para sopesar la pertinencia de ellas en el entendimiento de nuestro mundo y de nosotros mismos.
¿Qué es la modernidad?
Existen varias aproximaciones que hablan del nacimiento de la modernidad desde distintos puntos de partida. Tenemos desde Jürgen Habermas que remite su origen a la instauraci¢n europea del cristianismo en el siglo III d.C. hasta posturas como las de Marshall Berman que lo enmarcan a partir del siglo XVI con las innovaciones post-renacentistas, e incluso quienes sit£an su origen con la Revoluci¢n Industrial, y otros con la Ilustraci¢n.
Sea cual sea el planteamiento que define su origen -aspecto que no nos compete en el presente trabajo- existe un singular punto en el cual todos convergen, en que la modernidad es ante todo la instauraci¢n y deificaci¢n de paradigmas sustentados en la razón. Es decir que todos los planteamientos que surgen durante la modernidad se apoyan sobre una estructura de modelos definitorios del mundo a partir del conocimiento delimitado por el pensamiento. Esto justifica de antemano una interpretaci¢n sistematizada del mundo, ya sea a partir de la Razón instrumental que reposa sobre la tecnologización del mundo o de la Razón objetiva bajo la que subyace la intelectualizaci¢n que "objetiviza al mundo". Su total fe en la razón iluminada es la que pretende liberar al hombre de sus propio yugos; esta libertad esta definida en torno a lo social, de ah¡ la relevancia de las Revoluciones sociales que se vienen presentando en los últimos tres siglos. Para Josep Picó la modernidad, o proceso histórico de modernización, se presenta desde los comienzos como "el proceso emancipador de la sociedad, tanto desde la vertiente burguesa como desde su contraria, la cr¡tica marxista. La primera se aliment¢ de los postulados de la revoluci¢n francesa, las doctrinas sociales del liberalismo inglés y del idealismo alemán, mientras que la segunda nace con la econom¡a pol¡tica de Marx y se extiende por todo el neo-marxismo hasta la teoría crítica alemana".
Para la raz¢n ilustrada burguesa, que nace en oposici¢n al Estado absoluto, la modernidad se presenta como aquella postura que demanda la libertad del individuo y el derecho a la igualdad ante la ley contra la opresi¢n estamental. Procura instaurar una realidad inteligible, donde "la raz¢n institucionalice el juego de las fuerzas pol¡ticas, económicas y sociales en base al libre contrato entre seres iguales." Aqu¡ el Estado juega el único papel de árbitro conciliador entre el interés particular y el Universal. De esta manera la razón construiría a lo largo de la historia la emancipación del género humano conjugando libertad y necesidad.
La razón ilustrada estaba plet¢rica de contradicciones dado que tras el progreso encerraba, en la misma medida, destrucci¢n. As¡ que ante el fracaso de la raz¢n burguesa, se ponen de manifiesto, en los siglos XIX y XX, los aspectos deshumanizadores y alienantes de la sociedad capitalista. Marx, apoyado en propuestas paradigm ticas de la m s alta razón, explicita estas contradicciones y manifiesta que "haciéndolas explotar se podría reconstruir la futura emancipación de la sociedad" ; para él, la reivindicación hegeliana del Estado moderno, es una formulación ideológica, "una reconciliación entre el universal y el particular pensada pero no real" .
Podemos ver con estas dos manifestaciones que la modernidad busca ante todo la universalizaci¢n de los conceptos -no s¢lo cotidianos inmediatos sino incluso los ‚ticos, morales, econ¢micos, sociales y religiosos-, o lo que es lo mismo procura englobar en definiciones que se tornen cl sicas al hombre, sin miedo a defender una m¡stica monopolizada que incluso plantee los caminos de salvación.
La modernidad es ante todo un constante, continuo e incesante ir hacia. Es una l¡nea recta y causal que comienza pero que no termina. Umberto Eco comenta que esta pasi¢n racionalizada de occidente surge del modus griego, donde "...conocer significa conocer a trav‚s de la causa" que para fundamentar esta cadena unilineal se apoya en tres principios b sicos: Principio de Identidad (A=A), Principio de no contradicci¢n (imposible que algo sea A y no A al mismo tiempo) y el Principio del tercero excluido (o A verdadero o A falso y tertium non datur). De aqu¡ que se derive el modus ponens de la filosof¡a occidental: si p entonces q; pero p entonces q. La norma lógica es el modus causal, pero el modus implica tambi‚n el l¡mite, y por lo tanto, frontera. Por ello, esta perspectiva demanda del pensamiento el acotar, reconocer, alinear y mirar los hechos desde una estructura, desde un orden que los vincule; el mismo tiempo entra tambien en este juego: se limita, se calendariza, se confina a una linealidad hist¢rica. Bajo esta perspectiva "el infinito es lo que no tiene modus. Rehuye la norma" . El mismo Tomás de Aquino ante tal dilema asume que "ni siquiera Dios puede hacer que lo que ha sido no haya sido, por que esta violacion de la las leyes temporales repugnar¡a a su naturaleza". El tiempo moderno -critica Perry Anderson- es aquel tiempo hist¢rico homog‚neo en el que cada momento histórico es perpetuamente diferente de los demás por estar próximo pero igual por estar incertado en el mismo proceso.
El apoyar todo entendimiento del mundo en la razón implica ante todo el hecho de que ésta, para asir la realidad, tiene que fragmentarla, nombrarla, limitarla bajo conceptos asibles y codificarla bajo modelos estables. Es por esto que el mundo de la modernidad es ante todo una percepci¢n fragmentada y parcial, dado que ese es el pedestal sobre el que se apoya para conocer. Su objeto de conocimiento parte siempre de la formas sensibles hacia las metaf¡sicas, de la multiplicidad de las expresiones a la unidad que define como paradigma. Esta concepci¢n de la realidad le vale la oportunidad de academizar el pensamiento hasta instituirlo y difundirlo. Y es esta premisa la que ha fomentado en la modernidad el impulso de la tecnolog¡a que siempre avanza-hacia, el hambriento consumo en masa de nuevas expresiones, ideas y productos y la difusi¢n de todos estos por medio del mass media. Evidentemente esto repercute en la sociedad por medio de la standarizaci¢n de la cultura, y en su f cil manipulaci¢n desde las c£pulas. Huxley, Chomsky, Orwell, Asimov, y un sinn£mero de autores patentan el poder que ostenta lo tecnol¢gico, la informatica y la comunicaci¢n de masas sobre la cultura.
El hombre moderno se define bajo las perspectivas desarrollistas de go-ahead, se repite el mismo patrón del ir-hacia el éxito fundamentado en el modelo de "estilo de vida" que se defina (revolución social), en reconocer las capacidades productivas para el bien social, su razón se sustenta sobre lo ef¡mero, sobre lo cambiante de las formas e ideolog¡as, el hombre moderno se moldea al paradigma instaurado, y se destaca al virtuoso que intelija nuevos paradigmas a la luz de su raz¢n.
Bajo la perspectiva de la modernidad el desencanto es el est¡mulo de la creación.
Acciones y reacciones
I. Para poder entender este toma y daca entre acciones y reacciones en torno a la modernidad, hay que plantear que, ante el constante e indiscriminado recurrir a la raz¢n, ha surgido una conciencia, no poco com£n, del agotamiento de la raz¢n misma, tanto por su incapacidad para abrir nuevas v¡as de progreso humano como por su debilidad te¢rica para vislumbrar lo que se avecina. De ah¡ que en numerosas ocasiones, a lo largo de la historia, hayan existido brotes de insurrecci¢n filos¢fica, epistemol¢gica e incluso art¡stica. Muchas de estas han sido sustrentadas desde la modernidad misma. Para no referirnos muy atr s a todos los movimientos de la ‚tica protestante, la m¡stica cat¢lica y los intercambios culturales entre oriente y occidente, por no mencionar otros fen¢menos, remitir‚ mi an lisis a partir del siglo XIX como el gran hast¡o de la modernidad industrial.
advenimiento del romanticismo y el comienzo de la Revoluci¢n Francesa fueron casi contempor neos y ambos compartieron una caracter¡stica esencial: la irrupci¢n de lo irracional sobre lo racional. Aunque ya muchos contempor neos como Kant, Hegel, Condorcet y Godwin anunciaban la Edad de la Raz¢n, no puede negarse que la revoluci¢n desencaden¢ fuerzas irracionales , hasta entonces contenidas por una sociedad jer rquica y tradicionalista que los rom nticos consideraron como favorable en pro de sus ideas. Como H. G. Schenk señala : "En cierto sentido puede decirse que la explosi¢n de los impulsos irracionales subconscientes que caracteriz¢ tantos aspectos de la revoluci¢n fué la señal de la batalla de los rom nticos contra la razón". No obstante esto, no podr¡amos concluir que la relaci¢n entre rom nticos y revoluci¢n es necesariamente causal dado que la reacci¢n en contra de la razón por parte de los románticos se habr¡a dado de cualquier manera, aunque hubiera tomado mucho más tiempo.
Los rom nticos no atacaron solamente la raz¢n per se, sino todo indicio de clasicismo que pretendiera imponer un modelo estético, social o pol¡tico. Bajo esta luz toda norma limita el concepto de libertad humana. Habr¡a que hacer incapié en la gran deuda que tienen los rom nticos con Jean-Jacques Rousseau, quien ya hab¡a revisado la fr¡a y apartada objetividad de los pensadores racionalistas. La froide raison n'a jamais rien fait d'illustre , hab¡a escrito en Julie ou la Nouvelle Helo‹se; aún m s dramática fué su sentencia en su Lettre Morales: Exister, pour nous, c'est sentir; et notre sensibilit‚ est incontestablement ant‚rieure … notre raison . En ocasiones, el asalto romántico al racionalismo produjo ataques a la propia raz¢n, y a este respecto estuvo en lo cierto Kant al temer desastrosas consecuencias pol¡ticas. En nuestro actual siglo, el desprecio a la raz¢n en favor de los instintos o de la "raza" o de la "sangre", por muy alejado que est‚ de los originales conceptos rom nticos, no ha carecido por completo de vinculaci¢n con ellos, m s a£n si retom mos al £ltimo rom ntico Nietzche. Sin embargo el racionalismo no fu‚ atacado por los rom nticos tanto por sus falsos resultados, sino porque una parte esencial de la naturaleza humana estaba siendo descuidada. Los rom nticos trataron de abarcar toda la existencia, actitud bien ilustrada en una de las cartas de Coleridge:
"Conozco algunos que han sido educados racionalmente, como es la costumbre. Se caracterizaban por una minucia microscópica, pero cuando contemplaban las grandes cosas, se quedaban en blanco y no ve¡an nada, y negaban -muy lógicamente- que pudiera verse nada... llamaban juicio a la falta de imaginaci¢n y filosof¡a al nunca poder extasiarse"
En concreto, el Romanticismo rompe desde una ‚lite, la moral cl sica sustentada en los modelos burgueses y tambi‚n en algunos populares; eleva al individuo por encima de la masa de lo cual surgen tendencias anarquistas; revela el desencanto ante la inercia moderna, buscando reintegrar al hombre con la totalidad de su naturaleza; abundancia de sentimientos y nostalgias por el pasado; resignifica la moral diciendo que el primer y m s fundamental error de la moral es el creer que puedan existir acciones morales; manifiesta y evidencia la enfermedad del alma de sus contempor neos, de esta postura surgen directa o indirectamente el nihilismo, y parad¢jicamente la b£squeda por "lo oriental", la reafirmaci¢n de lo sobrenatural, las corrientes ecum‚nicas, el cristianismo emotivo y el retorno al catolicismo perdido; el culto del ego y el triunfo del subjetivismo; regreso al misticismo de la naturaleza; la intoxicaci¢n metaf¡sica; el mesianismo nacional y el cobijo en la intuici¢n y la est‚tica. En pocas palabras, lo que el romanticismo pretende es develar la realidad desde otra perspectiva. Al respecto, Nietzche trabaja a lo largo de su obra en la idea de el fen¢meno de la modernidad se ha convertido en una total apariencia: no se hace visible en lo que representa, sino que m s bi‚n se oculta tras esa representaci¢n.
II. Poco tiempo despu‚s, las contradicciones de la modernidad como discurso unificador y globalizante son evidenciadas de manera muy clara por Baudelaire, Simmel y Benjamin. "Estos tres autores estaban muy interesados... en la nuevas formas de percepci¢n y experiencia de la existencia hist¢rica y social puestas en marcha por la conmoci¢n del capitalismo. Su centro de atenci¢n fu‚ la experiencia discont¡nua del espacio, el tiempo y la causalidad, vistos como transitorios, fugaces y fortuitos o arbitrarios para la experiencia humana, una experiencia que se manifiesta en la inmediatez de las relaciones sociales, incluyendo nuestras relaciones con el ambiente social y f¡sico de la metr¢polis y con el pasado" .
Para Baudelaire el objeto de estudio no est determinado meramente por una forma particular de ver la vida moderna, sino por el nuevo modo de experimentar una realidad social nueva partiendo de su afirmaci¢n: modernit‚ c'est le transitoire, le fugitif, le contingent, la moiti‚ de l'art dont l'autre moiti‚ est l'eternel et l'inmuable. Esta noci¢n estuvo asociada a los cambios en la conciencia temporal del modus y fueron un reto a la noci¢n del progreso unilineal.
En el caso de Simmel el punto de partida fu‚ el análisis de la realidad -de sus fragmentos fortuitos-. Su l¡nea de investigaci¢n fue las diversas "im genes moment neas" de la vida social moderna, buscando encontrar en cada uno de los detalles de la vida su significado. Yo dir¡a que Simmel es el abuelo de la deconstrucci¢n en tanto que fragmenta la realidad buscando sustancia en ella. Sus investigacione se concentraron en reconstruir -y por ello tambi‚n es moderno-un objeto hist¢rico capatado en el espectro de una metr¢polis, investigada a partir de sus meras expresiones formales como la moda, el juego, el coleccionismo, los bienes de consumo, las galer¡as, el dinero como fluido fundamental y parad¢jicamente ef¡mero, como s¡mbolo despojado de todo significado de la modernidad. Finalmente su teor¡a le permite concluir en la alienaci¢n cultural que culmina en la tragedia de la cultura misma.
Finalmente Benjamin evidencia las falsas seguridades y los h bitos y vicios te¢ricos de la cultura europea del siglo XIX. Benjamin, al igual que Simmel pone de manifiesto que "...el framento más pequeño de la realidad observada refleja el resto del mundo" . Este planteamiento no puede menos que referirme a las posturas alquimistas en cuanto a la total identificaci¢n entre universo y part¡cula; bajo esta postura el modus nuevamente se rompe, la part¡cula ya no forma parte del total sino que lo refleja como absoluto. No obstante el punto de la cr¡tica de Benjamin no va dirijido a mirar el mundo como una totalidad, sino como una suma de innumerables universos-particulares de naturaleza discont¡nua, una suma de fen¢menos cotidianos como ilusorios, en los cuales el hombre va hundi‚ndose al punto de dormir su conciencia. Para ‚l la modernidad es lo siempre-lo-mismo como lo-siempre-nuevo.
En diversos campos -el filos¢fico, po‚tico, literario, arquitect¢nico y urbano, pict¢rico, musical, etc.- el siglo XIX busca desde modelos diferentes romper las viejas inercias industriales, de consumo, y de percepci¢n del mundo.
III. Despu‚s de las severas cr¡ticas de Marx al modelo capitalista y a la alienaci¢n del ser humano, surge a principios de nuestro siglo Weber como enfrentamiento a la construcci¢n del Estado alem n, siendo el primero en desconfiar de las emancipaciones planteadas tanto por el marxismo como por el capitalismo y muestra que la racionalizaci¢n de la sociedad no conlleva ninguna perspectiva ut¢pica, sino que m s bien conduce a un aprisionamiento progresivo del hombre moderno en un sistema deshumanizado. Su principal cr¡tica ataca a la ilustraci¢n que esperaba redimir al hombre vinculando el desarrollo de la ciencia, la racionalidad y la libertad humana universal; y sostiene que la raz¢n instrumental no conduce a una realizaci¢n total del hombre sino a su sometimiento por una racionalidad burocrática y tecnologizada de la cual nadie puede escapar. Su cr¡tica abarca desde la dominaci¢n tecnol¢gica -de la cual d‚cadas despu‚s retomar Chomsky- hasta la identidad forzada hombre-masa.
No obstante seguir n surgiendo grandes autores que procuran reinstaurar los modelos modernos en pro del ser humano como Le Corbusier en Arquitectura y Urbanismo, Mondrian en pintura, Brancusi en escultura, Levi-Strauss en semiolog¡a, Adorno, Gramsci, Luk cs, Durkheim y un sinn£mero de te¢ricos sociales y pol¡ticos.
IV. En el campo de la est‚tica, los autores de la modernidad pusieron especial inter‚s en los medios y materiales con los que trabajaban y por los procesos de su propia creaci¢n, poniendo as¡ el acento en la autorreflexi¢n est‚tica y destacando, sobre todo, la importancia de la forma por en cima del concepto. El espacio y tiempo siempre ser n el debate de la modernidad est‚tica, m s a£n que el concepto y las esencias. Para el moderno el arte siempre se debe liberar del pasado y proyectarse. En el campo del arte el lastre hist¢rico es alienante, y m s que hacer ‚nfasis en el presente, se destaca el futuro, el ir-hacia.
Es a partir del siglo XIX que los grandes paradigmas art¡sticos comienzan a caer para dar origen a nuevos modelos tambi‚n modernos, que sugirieron la multiplicidad del mundo, la ambigüedad y la incertidumbre. Un objeto no tiene una forma sino muchas; tiene tantas como campos de percepci¢n existan: el expresionismo, el futurismo, la seseci¢n vienesa, el simbolismo, el cubismo, el eclecticismo, la Bauhaus, el Art Nouveau, el Art Dec¢ y tantos y tantos movimientos del siglo XX. En el siglo XIX y principalmente en el XX, despu‚s de la 1a. Guerra mundial, el ismo, plural y divergente, se convierte en la bandera de las nuevas est‚ticas. El anti-arte Dada surge como una provocaci¢n constante ante el llamado buen sentido, contra toda regla y ley. "Es el instrumento m s exasperado de soldar la fractura entre arte y vida cuyo primer anuncio hab¡a sido dado por Van Gogh y Rimbaud" ,dado que en el movimiento moderno se enfatiza la ‚lite art¡stica y la consumidora de arte con las manipulaciones del mercado que se vienen arrastrando desde las caidas de las monarqu¡as y el triunfo de la est‚tica burguesa.
Esta pauta sin precedente planteada por Dada, da pi‚ en el campo de la est‚tica y el arte a una apertura a la irracionalidad, a lo cotidiano, a la desmitificaci¢n de los viejos valores y expresiones, a la muerte del ideal que se va a ver manifestada por la vanguardia europea, el Action Painting neoyorkino, el arte conceptual, el Pop art, el Kitsch entre otros. Algunos -como el Pop Art- har n ‚nfasis a la insipidez o falta de profundidad de la cultura, a la no-creatividad de la masa, en tanto que otros revalorar n la existencia de las esencias antes que la forma. Si el arte ya no refleja la realidad es por que ya no existe una realidad para ser representada, ya todo es simulacro. Esta es la postura de la est‚tica posmoderna, una cr¡tica a la fetichizaci¢n de la cultura, la imagen y la mercanc¡a, una imagen totalmente apoyada en si misma y que ya est por encima del ser humano.
Posibles Salidas
I. Aunque podemos hablar de rebeliones ante la modernidad despu‚s de la post-guerra que surgen como una continuaci¢n de la anterior l¡nea nihilista del modernismo, la revuelta de los a¤os 60 nunca mantuvo un rechazo hacia el modernismo en s¡ mismo, sino m s bien fue una revuelta contra aquella versi¢n del modernismo que hab¡a sido domesticada en los a¤os 50, que se hab¡a convertido en una parte del consenso liberal-conservador de la ‚poca y que incluso se hab¡a utilizado como un arma propagand¡stica entre el arsenal pol¡tico-cultura del anticomunismo de la guerra fr¡a. Es la reacci¢n ante el triunfo del way of life.
Andreas Huyssen esboza cuatro de las principales caracter¡sticas delinicio de la post-modernidad como reacci¢n activa:
1. Imaginaci¢n temporal que muestra un poderoso sentido del futuro y de las nuevas fronteras, de ruptura y discontinuidad, de crisis y conflicto generacional.
2. Un ataque iconocl stico contra el arte instituido, es decir a las maneras en que el papel del arte es definido y percibido en la sociedad -alejado de la vida cotidiana-, c¢mo el arte es producido, promocionado, distribuido y consumido.
3. La ilimitada difusi¢n de los media y el ordenador como sustituto de la conciencia en las visiones de la sociedad post-industrial asumida por todas las tendencias.
4. Un intento en‚rgico de revalidar la cultura popular como desaf¡o al canon del arte culto, modernista o tradicional, dado que el desarrollo tecnol¢gico-industrial ha llegado a sustituir al objeto individualizado e individualizante, hecho pory para el hombre, por el producto an¢nimo, estandarizado y repetido en series ilimitadas; auna sociedad que ya no une la idea del valor con la realidad del objeto, no le sirven los objetos que son modelos de valor.
II. Es a partir de la modernidad que surge la postmodernidad en tanto reflexi¢n que sobreviene a la modernidad misma, con tres posturas fundamentales: la reformista neomoderna, la versi¢n neoconservadora y el posmodernismo.
Habermas, como principal exponente del reformismo, propone revisar y curar las patolog¡as del modernismo desde una raz¢n iluminada. Propone una reconstrucci¢n de los sistemas, una reelaboraci¢n de categor¡as y conceptos para un examen sistem tico de los diferentes modos de raciuonalidad, y una explicaci¢n de c¢mo estos se plasman concretamente en la vida social y cultural. Por tanto presupone un est ndar normativo para juzgar lo que es patol¢gico y lo que no lo es. En general trata de integrar la vida cotidiana y los sistemas sociales, mostrando c¢mo cada uno presupone al otro. Sostiene que lo que ha sucedido en la sociedad moderna y contin£a sucediendo es un proceso selectivo de racionalizaci¢n, donde prevalece una raz¢n determinada que nos invade y deforma. Es as¡ que trata de dar una reconstrucci¢n racional de las condiciones universales del desarrollo de la raz¢n, tratando as¡ de salvar la potencia emancipadora de la raz¢n ilustrada que para ‚l es la condici¢n a fortiori de la democracia pol¡tica.
En la tesis neoconservadora de Bell, la cultura posmoderna es del todo incompatible con los principios morales de una conducta de vida racional y propositiva. Critica el hedonismo, el "aqu¡ y ahora posmoderno", el individualismo, el consumo, el ocio y el arrivismo. Se produce aqu¡ -seg£n Bell- "un divorcio entre esferas de valor, una tensi¢n estructural entre tres ¢rdenes distintos que se basan en l¢gicas antin¢micas: el hedonismo, la eficacia y la igualdad". Concluye que la posmodernidad es sin¢nimo de fugacidad y es de esta manera una continuidad de la modernidad al prolongar y generalizar una de sus tendencias constitutivas: el proceso de personalizaci¢n. Es as¡ que sustenta que la manera en la que la sociedad puede reestablecer la ‚tica de la disciplina y el trabajo es por medio de la religi¢n.
Finalmente tenemos la postmodernidad con Lyotard, Wellmer, Derrid , Eco como sus principales ponentes. El postmodernismo representa ante todo la incredulidad en los metarrelatos. "El gran relato ha perdido su credibilidad, sea relato especulativo o sea relato de emancipaci¢n. El proyecto del sistema-sujeto es un fracaso y se abre la tarea de la deconstrucci¢n" . El "post" regresa en sus bases te¢ricas -como insin£a U. Eco en Los l¡mites de la interpretaci¢n- al hermetismo, a la polisemia, al infinito, es un movimiento de deconstrucci¢n continua y desenmascaramiento de la raz¢n ilustrada como respuesta al proyecto modernista y su consiguiente fracaso. Esta deconstrucci¢n expresa: a) un rechazo ontol¢gico de la filosof¡a occidental, b) una obsesi¢n epistemol¢gica con los fragmentos y fracturas, c) un compromiso ideol¢gico con las minor¡as en pol¡tica, sexo y lenguaje y d) el sentido del destino se ha perdido y el devenir no tiene finalidad.
Conclusiones
La principal l¡nea que pretendo desarrollar es sobre la pregunta de ¨hacia dónde exactamente nos dirigen cualesquiera de estas tendencias?.
En primera instancia y como ya comentamos, la modernidad pretende envolver en un s¢lo paradigma casi dogm tico al ser humano. Absolutiza los relativos de la raz¢n apuntando constantemente hacia el vac¡o. La modernidad es una m quina que no para, se autosostiene y se destruye en sus propios conceptos. Es una tendencia aglutinante que ha desembocado en grandes descubrimientos cient¡ficos, en un mejoramiento en el confort -para no mencionar "estilo de vida" por ser mucho m s abarcante-; la tecnologización y los medios de comunicaci¢n han acercado y fundido a distintas culturas en un s¢lo motivo cultural; d¡a con d¡a se implementan nuevas soluciones ante el problema de la sobrepoblación, los nuevos virus y las diferencias sociales y ‚tnicas... todos participamos en el paradigma de pretender ser iguales. Paralelamente, existe la misma marginaci¢n que en el siglo III d.C. se hizo entre cristianos y paganos, entre les anciens et les modernes, o se est dentro o se est fuera de los modelos; el ecocidio, el nihilismo, el sinsentido de siempre ir hacia la nada, la dominaci¢n desde las c£pulas rectoras, desde la tecnología; el consumismo, la inercia, la metalizaci¢n de la sociedad, la urbanizaci¢n del mundo y la irresoluta relaci¢n entre individuo y masa nos hacen cuestionarnos la validez de esta tendencia que ha durado centurias.
La postmodernidad, por su parte, habr¡a que analizarla, m s que como una reacci¢n, como un efecto de la decadencia de la modernidad. Lo moderno se est descomponiendo -ellos dir n deconstruyendo-, sus an lisis si bien pretenden fragmentar la totalidad y hacer que lo burdo caiga por su propio peso dejando arriba lo m s puro y ligero, no podemos esperar de este movimiento -que no tendencia- un punto al cual dirigirnos. Bajo la posmodernidad, ni siquiera existe un ir-hacia. Una tendencia implica una direccionalidad un movimiento acaso s¢lo una agitaci¢n. La postmodernidad no propone s¢lo cuestiona tolerantemente y existe. De esta manera la deconstrucci¢n mas que hablarnos de la realidad nos habla de sus muy particulares fragmentos y de sus res¡duos.
Finalmente el planteamiento de los neoconservadores, es tambi‚n un planteamiento moderno en tanto paradigm tico; plantea l¡mites religiosos en tanto morales y ‚ticos; nunca propone un f¡n metaf¡sico, s¢lo una cura social y productiva. El dogma social es su principal problema, dado que donde no existe cuestionamiento prevalece la muerte del pensamiento.
As¡ como la l¡nea del modus moderno nunca toca su f¡n -y por ello los griegos recurren al concepto divino de Hermes-,la red de relaciones postmodernas es infinitamente fragmentable.
Saber qu‚ pauta tomar y bajo qu‚ perspectiva conocer los movimientos del hombre no es tarea nada f cil, dado que de entrada nos demanda tomar una postura.
Si analizamos los planteamientos de Campbell, Eliade, Jung, Fromm, Rabrindanath Tagore, y gran parte de las cosmovisiones antiguas, podremos delinear una carencia fundamental en las propuestas que hemos venido analizando en este trabajo: una definici¢n del hombre per se, un algo que lo acerque a los valores absolutos, no a partir de una raz¢n limitada -por grande que esta sea- sino a partir de una percepci¢n del universo arquet¡pica. La experiencia arquet¡pica, la herm‚tica, la alqu¡mica, la m¡stica no anulan la raz¢n: la iluminan.
A pesar de las muchas causas que hicieron caer al mundo del mito y el pre-capital vale la pena hacer una revisi¢n de la direccionalidad del hombre antiguo. Estemos o no de acuerdo con su idea del mundo, algo que hay que reconocerle es que esta idea era abarcante, no tanto como paradigma a ser emancipado, sino que su visi¢n del mundo social, ético, económico, religioso, cognoscible estaba en funci¢n de lo divino como gran meta y veh¡culo existencial. El origen, el camino, el f¡n y todo aquello que no concibieran con sus mentes, se cerraba en un c¡rculo perfecto de relaciones. Su cosmovisión lo empapaba todo, todo ten¡a sentido. Y esto m s que ir en relaci¢n con la religiosidad de Bell, tiene que ver con una m¡stica social, plural y elevada que interprete al hombre tal como es, no como se pretende enmarcarlo. Un ser humano no condicionado en su origen, libre y absoluto.
Definir al hombre en su origen y en su f¡n es liberarlo de las tendencias. Es poder orientar la modernidad, la postmodernidad, el postestructuralismo, la deconstrucci¢n, el Criticismo racional, la Filosof¡a de la Liberaci¢n, el neoconservadurismo y toda tendencia hacia un f¡n que realmente libere al hombre como ser integral, un ser que debe satisfacer sus necesidades de supervivencia, de libertad y de liberaci¢n, reconociendo al hmbre como fragmento y totalidad a la vez, como cultura y universo, como un ente social insertado en una realidad econ¢mica, social y pol¡tica y a la vez como un ser total, con una potencia m¡stica absoluta.
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Charles Simic
El presente trabajo surge de mi inquietud ante las aparentes salidas de la modernidad como propuestas de orientaci¢n de la cultura contempor nea.
Durante varias décadas -por no decir centurias- se han venido debatiendo los pormenores y contradicciones de la modernidad. En todo caso no se ha resuelto una v¡a concreta de soluci¢n que responda no s¢lo a llenar las carencias de la modernidad misma sino a encausar hacia un fin concreto este avanzar del mundo occidental.
Aunque Latinoamérica se encuentra imbuido en procesos de modernización, no podemos llamar a estos pa¡ses modernos, en tanto que este no es su status quo. Para hablar de modernidad y posmodernidad latinoamericana necesitar¡amos otros marcos de referencia totalmente distintos a los del primer mundo, dado que en muchos campos nuestros pa¡ses viven todav¡a la cultura del pre-capital, la etnia escondida, el onirismo m gico y el mito como motores de sus din micas sociales.
De cualquier manera para entender el concepto de lo moderno, es importante entenderlo desde sus manifestaciones m s francas en el mundo occidental. Sería tema de otro ensayo el partir de este breve análisis para preguntarnos sobre estos fen¢menos en nuestra cultura.
Es el objetivo de este ensayo el bosquejar el fenómeno moderno y plantear una revisión de sus tendencias para sopesar la pertinencia de ellas en el entendimiento de nuestro mundo y de nosotros mismos.
¿Qué es la modernidad?
Existen varias aproximaciones que hablan del nacimiento de la modernidad desde distintos puntos de partida. Tenemos desde Jürgen Habermas que remite su origen a la instauraci¢n europea del cristianismo en el siglo III d.C. hasta posturas como las de Marshall Berman que lo enmarcan a partir del siglo XVI con las innovaciones post-renacentistas, e incluso quienes sit£an su origen con la Revoluci¢n Industrial, y otros con la Ilustraci¢n.
Sea cual sea el planteamiento que define su origen -aspecto que no nos compete en el presente trabajo- existe un singular punto en el cual todos convergen, en que la modernidad es ante todo la instauraci¢n y deificaci¢n de paradigmas sustentados en la razón. Es decir que todos los planteamientos que surgen durante la modernidad se apoyan sobre una estructura de modelos definitorios del mundo a partir del conocimiento delimitado por el pensamiento. Esto justifica de antemano una interpretaci¢n sistematizada del mundo, ya sea a partir de la Razón instrumental que reposa sobre la tecnologización del mundo o de la Razón objetiva bajo la que subyace la intelectualizaci¢n que "objetiviza al mundo". Su total fe en la razón iluminada es la que pretende liberar al hombre de sus propio yugos; esta libertad esta definida en torno a lo social, de ah¡ la relevancia de las Revoluciones sociales que se vienen presentando en los últimos tres siglos. Para Josep Picó la modernidad, o proceso histórico de modernización, se presenta desde los comienzos como "el proceso emancipador de la sociedad, tanto desde la vertiente burguesa como desde su contraria, la cr¡tica marxista. La primera se aliment¢ de los postulados de la revoluci¢n francesa, las doctrinas sociales del liberalismo inglés y del idealismo alemán, mientras que la segunda nace con la econom¡a pol¡tica de Marx y se extiende por todo el neo-marxismo hasta la teoría crítica alemana".
Para la raz¢n ilustrada burguesa, que nace en oposici¢n al Estado absoluto, la modernidad se presenta como aquella postura que demanda la libertad del individuo y el derecho a la igualdad ante la ley contra la opresi¢n estamental. Procura instaurar una realidad inteligible, donde "la raz¢n institucionalice el juego de las fuerzas pol¡ticas, económicas y sociales en base al libre contrato entre seres iguales." Aqu¡ el Estado juega el único papel de árbitro conciliador entre el interés particular y el Universal. De esta manera la razón construiría a lo largo de la historia la emancipación del género humano conjugando libertad y necesidad.
La razón ilustrada estaba plet¢rica de contradicciones dado que tras el progreso encerraba, en la misma medida, destrucci¢n. As¡ que ante el fracaso de la raz¢n burguesa, se ponen de manifiesto, en los siglos XIX y XX, los aspectos deshumanizadores y alienantes de la sociedad capitalista. Marx, apoyado en propuestas paradigm ticas de la m s alta razón, explicita estas contradicciones y manifiesta que "haciéndolas explotar se podría reconstruir la futura emancipación de la sociedad" ; para él, la reivindicación hegeliana del Estado moderno, es una formulación ideológica, "una reconciliación entre el universal y el particular pensada pero no real" .
Podemos ver con estas dos manifestaciones que la modernidad busca ante todo la universalizaci¢n de los conceptos -no s¢lo cotidianos inmediatos sino incluso los ‚ticos, morales, econ¢micos, sociales y religiosos-, o lo que es lo mismo procura englobar en definiciones que se tornen cl sicas al hombre, sin miedo a defender una m¡stica monopolizada que incluso plantee los caminos de salvación.
La modernidad es ante todo un constante, continuo e incesante ir hacia. Es una l¡nea recta y causal que comienza pero que no termina. Umberto Eco comenta que esta pasi¢n racionalizada de occidente surge del modus griego, donde "...conocer significa conocer a trav‚s de la causa" que para fundamentar esta cadena unilineal se apoya en tres principios b sicos: Principio de Identidad (A=A), Principio de no contradicci¢n (imposible que algo sea A y no A al mismo tiempo) y el Principio del tercero excluido (o A verdadero o A falso y tertium non datur). De aqu¡ que se derive el modus ponens de la filosof¡a occidental: si p entonces q; pero p entonces q. La norma lógica es el modus causal, pero el modus implica tambi‚n el l¡mite, y por lo tanto, frontera. Por ello, esta perspectiva demanda del pensamiento el acotar, reconocer, alinear y mirar los hechos desde una estructura, desde un orden que los vincule; el mismo tiempo entra tambien en este juego: se limita, se calendariza, se confina a una linealidad hist¢rica. Bajo esta perspectiva "el infinito es lo que no tiene modus. Rehuye la norma" . El mismo Tomás de Aquino ante tal dilema asume que "ni siquiera Dios puede hacer que lo que ha sido no haya sido, por que esta violacion de la las leyes temporales repugnar¡a a su naturaleza". El tiempo moderno -critica Perry Anderson- es aquel tiempo hist¢rico homog‚neo en el que cada momento histórico es perpetuamente diferente de los demás por estar próximo pero igual por estar incertado en el mismo proceso.
El apoyar todo entendimiento del mundo en la razón implica ante todo el hecho de que ésta, para asir la realidad, tiene que fragmentarla, nombrarla, limitarla bajo conceptos asibles y codificarla bajo modelos estables. Es por esto que el mundo de la modernidad es ante todo una percepci¢n fragmentada y parcial, dado que ese es el pedestal sobre el que se apoya para conocer. Su objeto de conocimiento parte siempre de la formas sensibles hacia las metaf¡sicas, de la multiplicidad de las expresiones a la unidad que define como paradigma. Esta concepci¢n de la realidad le vale la oportunidad de academizar el pensamiento hasta instituirlo y difundirlo. Y es esta premisa la que ha fomentado en la modernidad el impulso de la tecnolog¡a que siempre avanza-hacia, el hambriento consumo en masa de nuevas expresiones, ideas y productos y la difusi¢n de todos estos por medio del mass media. Evidentemente esto repercute en la sociedad por medio de la standarizaci¢n de la cultura, y en su f cil manipulaci¢n desde las c£pulas. Huxley, Chomsky, Orwell, Asimov, y un sinn£mero de autores patentan el poder que ostenta lo tecnol¢gico, la informatica y la comunicaci¢n de masas sobre la cultura.
El hombre moderno se define bajo las perspectivas desarrollistas de go-ahead, se repite el mismo patrón del ir-hacia el éxito fundamentado en el modelo de "estilo de vida" que se defina (revolución social), en reconocer las capacidades productivas para el bien social, su razón se sustenta sobre lo ef¡mero, sobre lo cambiante de las formas e ideolog¡as, el hombre moderno se moldea al paradigma instaurado, y se destaca al virtuoso que intelija nuevos paradigmas a la luz de su raz¢n.
Bajo la perspectiva de la modernidad el desencanto es el est¡mulo de la creación.
Acciones y reacciones
I. Para poder entender este toma y daca entre acciones y reacciones en torno a la modernidad, hay que plantear que, ante el constante e indiscriminado recurrir a la raz¢n, ha surgido una conciencia, no poco com£n, del agotamiento de la raz¢n misma, tanto por su incapacidad para abrir nuevas v¡as de progreso humano como por su debilidad te¢rica para vislumbrar lo que se avecina. De ah¡ que en numerosas ocasiones, a lo largo de la historia, hayan existido brotes de insurrecci¢n filos¢fica, epistemol¢gica e incluso art¡stica. Muchas de estas han sido sustrentadas desde la modernidad misma. Para no referirnos muy atr s a todos los movimientos de la ‚tica protestante, la m¡stica cat¢lica y los intercambios culturales entre oriente y occidente, por no mencionar otros fen¢menos, remitir‚ mi an lisis a partir del siglo XIX como el gran hast¡o de la modernidad industrial.
advenimiento del romanticismo y el comienzo de la Revoluci¢n Francesa fueron casi contempor neos y ambos compartieron una caracter¡stica esencial: la irrupci¢n de lo irracional sobre lo racional. Aunque ya muchos contempor neos como Kant, Hegel, Condorcet y Godwin anunciaban la Edad de la Raz¢n, no puede negarse que la revoluci¢n desencaden¢ fuerzas irracionales , hasta entonces contenidas por una sociedad jer rquica y tradicionalista que los rom nticos consideraron como favorable en pro de sus ideas. Como H. G. Schenk señala : "En cierto sentido puede decirse que la explosi¢n de los impulsos irracionales subconscientes que caracteriz¢ tantos aspectos de la revoluci¢n fué la señal de la batalla de los rom nticos contra la razón". No obstante esto, no podr¡amos concluir que la relaci¢n entre rom nticos y revoluci¢n es necesariamente causal dado que la reacci¢n en contra de la razón por parte de los románticos se habr¡a dado de cualquier manera, aunque hubiera tomado mucho más tiempo.
Los rom nticos no atacaron solamente la raz¢n per se, sino todo indicio de clasicismo que pretendiera imponer un modelo estético, social o pol¡tico. Bajo esta luz toda norma limita el concepto de libertad humana. Habr¡a que hacer incapié en la gran deuda que tienen los rom nticos con Jean-Jacques Rousseau, quien ya hab¡a revisado la fr¡a y apartada objetividad de los pensadores racionalistas. La froide raison n'a jamais rien fait d'illustre , hab¡a escrito en Julie ou la Nouvelle Helo‹se; aún m s dramática fué su sentencia en su Lettre Morales: Exister, pour nous, c'est sentir; et notre sensibilit‚ est incontestablement ant‚rieure … notre raison . En ocasiones, el asalto romántico al racionalismo produjo ataques a la propia raz¢n, y a este respecto estuvo en lo cierto Kant al temer desastrosas consecuencias pol¡ticas. En nuestro actual siglo, el desprecio a la raz¢n en favor de los instintos o de la "raza" o de la "sangre", por muy alejado que est‚ de los originales conceptos rom nticos, no ha carecido por completo de vinculaci¢n con ellos, m s a£n si retom mos al £ltimo rom ntico Nietzche. Sin embargo el racionalismo no fu‚ atacado por los rom nticos tanto por sus falsos resultados, sino porque una parte esencial de la naturaleza humana estaba siendo descuidada. Los rom nticos trataron de abarcar toda la existencia, actitud bien ilustrada en una de las cartas de Coleridge:
"Conozco algunos que han sido educados racionalmente, como es la costumbre. Se caracterizaban por una minucia microscópica, pero cuando contemplaban las grandes cosas, se quedaban en blanco y no ve¡an nada, y negaban -muy lógicamente- que pudiera verse nada... llamaban juicio a la falta de imaginaci¢n y filosof¡a al nunca poder extasiarse"
En concreto, el Romanticismo rompe desde una ‚lite, la moral cl sica sustentada en los modelos burgueses y tambi‚n en algunos populares; eleva al individuo por encima de la masa de lo cual surgen tendencias anarquistas; revela el desencanto ante la inercia moderna, buscando reintegrar al hombre con la totalidad de su naturaleza; abundancia de sentimientos y nostalgias por el pasado; resignifica la moral diciendo que el primer y m s fundamental error de la moral es el creer que puedan existir acciones morales; manifiesta y evidencia la enfermedad del alma de sus contempor neos, de esta postura surgen directa o indirectamente el nihilismo, y parad¢jicamente la b£squeda por "lo oriental", la reafirmaci¢n de lo sobrenatural, las corrientes ecum‚nicas, el cristianismo emotivo y el retorno al catolicismo perdido; el culto del ego y el triunfo del subjetivismo; regreso al misticismo de la naturaleza; la intoxicaci¢n metaf¡sica; el mesianismo nacional y el cobijo en la intuici¢n y la est‚tica. En pocas palabras, lo que el romanticismo pretende es develar la realidad desde otra perspectiva. Al respecto, Nietzche trabaja a lo largo de su obra en la idea de el fen¢meno de la modernidad se ha convertido en una total apariencia: no se hace visible en lo que representa, sino que m s bi‚n se oculta tras esa representaci¢n.
II. Poco tiempo despu‚s, las contradicciones de la modernidad como discurso unificador y globalizante son evidenciadas de manera muy clara por Baudelaire, Simmel y Benjamin. "Estos tres autores estaban muy interesados... en la nuevas formas de percepci¢n y experiencia de la existencia hist¢rica y social puestas en marcha por la conmoci¢n del capitalismo. Su centro de atenci¢n fu‚ la experiencia discont¡nua del espacio, el tiempo y la causalidad, vistos como transitorios, fugaces y fortuitos o arbitrarios para la experiencia humana, una experiencia que se manifiesta en la inmediatez de las relaciones sociales, incluyendo nuestras relaciones con el ambiente social y f¡sico de la metr¢polis y con el pasado" .
Para Baudelaire el objeto de estudio no est determinado meramente por una forma particular de ver la vida moderna, sino por el nuevo modo de experimentar una realidad social nueva partiendo de su afirmaci¢n: modernit‚ c'est le transitoire, le fugitif, le contingent, la moiti‚ de l'art dont l'autre moiti‚ est l'eternel et l'inmuable. Esta noci¢n estuvo asociada a los cambios en la conciencia temporal del modus y fueron un reto a la noci¢n del progreso unilineal.
En el caso de Simmel el punto de partida fu‚ el análisis de la realidad -de sus fragmentos fortuitos-. Su l¡nea de investigaci¢n fue las diversas "im genes moment neas" de la vida social moderna, buscando encontrar en cada uno de los detalles de la vida su significado. Yo dir¡a que Simmel es el abuelo de la deconstrucci¢n en tanto que fragmenta la realidad buscando sustancia en ella. Sus investigacione se concentraron en reconstruir -y por ello tambi‚n es moderno-un objeto hist¢rico capatado en el espectro de una metr¢polis, investigada a partir de sus meras expresiones formales como la moda, el juego, el coleccionismo, los bienes de consumo, las galer¡as, el dinero como fluido fundamental y parad¢jicamente ef¡mero, como s¡mbolo despojado de todo significado de la modernidad. Finalmente su teor¡a le permite concluir en la alienaci¢n cultural que culmina en la tragedia de la cultura misma.
Finalmente Benjamin evidencia las falsas seguridades y los h bitos y vicios te¢ricos de la cultura europea del siglo XIX. Benjamin, al igual que Simmel pone de manifiesto que "...el framento más pequeño de la realidad observada refleja el resto del mundo" . Este planteamiento no puede menos que referirme a las posturas alquimistas en cuanto a la total identificaci¢n entre universo y part¡cula; bajo esta postura el modus nuevamente se rompe, la part¡cula ya no forma parte del total sino que lo refleja como absoluto. No obstante el punto de la cr¡tica de Benjamin no va dirijido a mirar el mundo como una totalidad, sino como una suma de innumerables universos-particulares de naturaleza discont¡nua, una suma de fen¢menos cotidianos como ilusorios, en los cuales el hombre va hundi‚ndose al punto de dormir su conciencia. Para ‚l la modernidad es lo siempre-lo-mismo como lo-siempre-nuevo.
En diversos campos -el filos¢fico, po‚tico, literario, arquitect¢nico y urbano, pict¢rico, musical, etc.- el siglo XIX busca desde modelos diferentes romper las viejas inercias industriales, de consumo, y de percepci¢n del mundo.
III. Despu‚s de las severas cr¡ticas de Marx al modelo capitalista y a la alienaci¢n del ser humano, surge a principios de nuestro siglo Weber como enfrentamiento a la construcci¢n del Estado alem n, siendo el primero en desconfiar de las emancipaciones planteadas tanto por el marxismo como por el capitalismo y muestra que la racionalizaci¢n de la sociedad no conlleva ninguna perspectiva ut¢pica, sino que m s bien conduce a un aprisionamiento progresivo del hombre moderno en un sistema deshumanizado. Su principal cr¡tica ataca a la ilustraci¢n que esperaba redimir al hombre vinculando el desarrollo de la ciencia, la racionalidad y la libertad humana universal; y sostiene que la raz¢n instrumental no conduce a una realizaci¢n total del hombre sino a su sometimiento por una racionalidad burocrática y tecnologizada de la cual nadie puede escapar. Su cr¡tica abarca desde la dominaci¢n tecnol¢gica -de la cual d‚cadas despu‚s retomar Chomsky- hasta la identidad forzada hombre-masa.
No obstante seguir n surgiendo grandes autores que procuran reinstaurar los modelos modernos en pro del ser humano como Le Corbusier en Arquitectura y Urbanismo, Mondrian en pintura, Brancusi en escultura, Levi-Strauss en semiolog¡a, Adorno, Gramsci, Luk cs, Durkheim y un sinn£mero de te¢ricos sociales y pol¡ticos.
IV. En el campo de la est‚tica, los autores de la modernidad pusieron especial inter‚s en los medios y materiales con los que trabajaban y por los procesos de su propia creaci¢n, poniendo as¡ el acento en la autorreflexi¢n est‚tica y destacando, sobre todo, la importancia de la forma por en cima del concepto. El espacio y tiempo siempre ser n el debate de la modernidad est‚tica, m s a£n que el concepto y las esencias. Para el moderno el arte siempre se debe liberar del pasado y proyectarse. En el campo del arte el lastre hist¢rico es alienante, y m s que hacer ‚nfasis en el presente, se destaca el futuro, el ir-hacia.
Es a partir del siglo XIX que los grandes paradigmas art¡sticos comienzan a caer para dar origen a nuevos modelos tambi‚n modernos, que sugirieron la multiplicidad del mundo, la ambigüedad y la incertidumbre. Un objeto no tiene una forma sino muchas; tiene tantas como campos de percepci¢n existan: el expresionismo, el futurismo, la seseci¢n vienesa, el simbolismo, el cubismo, el eclecticismo, la Bauhaus, el Art Nouveau, el Art Dec¢ y tantos y tantos movimientos del siglo XX. En el siglo XIX y principalmente en el XX, despu‚s de la 1a. Guerra mundial, el ismo, plural y divergente, se convierte en la bandera de las nuevas est‚ticas. El anti-arte Dada surge como una provocaci¢n constante ante el llamado buen sentido, contra toda regla y ley. "Es el instrumento m s exasperado de soldar la fractura entre arte y vida cuyo primer anuncio hab¡a sido dado por Van Gogh y Rimbaud" ,dado que en el movimiento moderno se enfatiza la ‚lite art¡stica y la consumidora de arte con las manipulaciones del mercado que se vienen arrastrando desde las caidas de las monarqu¡as y el triunfo de la est‚tica burguesa.
Esta pauta sin precedente planteada por Dada, da pi‚ en el campo de la est‚tica y el arte a una apertura a la irracionalidad, a lo cotidiano, a la desmitificaci¢n de los viejos valores y expresiones, a la muerte del ideal que se va a ver manifestada por la vanguardia europea, el Action Painting neoyorkino, el arte conceptual, el Pop art, el Kitsch entre otros. Algunos -como el Pop Art- har n ‚nfasis a la insipidez o falta de profundidad de la cultura, a la no-creatividad de la masa, en tanto que otros revalorar n la existencia de las esencias antes que la forma. Si el arte ya no refleja la realidad es por que ya no existe una realidad para ser representada, ya todo es simulacro. Esta es la postura de la est‚tica posmoderna, una cr¡tica a la fetichizaci¢n de la cultura, la imagen y la mercanc¡a, una imagen totalmente apoyada en si misma y que ya est por encima del ser humano.
Posibles Salidas
I. Aunque podemos hablar de rebeliones ante la modernidad despu‚s de la post-guerra que surgen como una continuaci¢n de la anterior l¡nea nihilista del modernismo, la revuelta de los a¤os 60 nunca mantuvo un rechazo hacia el modernismo en s¡ mismo, sino m s bien fue una revuelta contra aquella versi¢n del modernismo que hab¡a sido domesticada en los a¤os 50, que se hab¡a convertido en una parte del consenso liberal-conservador de la ‚poca y que incluso se hab¡a utilizado como un arma propagand¡stica entre el arsenal pol¡tico-cultura del anticomunismo de la guerra fr¡a. Es la reacci¢n ante el triunfo del way of life.
Andreas Huyssen esboza cuatro de las principales caracter¡sticas delinicio de la post-modernidad como reacci¢n activa:
1. Imaginaci¢n temporal que muestra un poderoso sentido del futuro y de las nuevas fronteras, de ruptura y discontinuidad, de crisis y conflicto generacional.
2. Un ataque iconocl stico contra el arte instituido, es decir a las maneras en que el papel del arte es definido y percibido en la sociedad -alejado de la vida cotidiana-, c¢mo el arte es producido, promocionado, distribuido y consumido.
3. La ilimitada difusi¢n de los media y el ordenador como sustituto de la conciencia en las visiones de la sociedad post-industrial asumida por todas las tendencias.
4. Un intento en‚rgico de revalidar la cultura popular como desaf¡o al canon del arte culto, modernista o tradicional, dado que el desarrollo tecnol¢gico-industrial ha llegado a sustituir al objeto individualizado e individualizante, hecho pory para el hombre, por el producto an¢nimo, estandarizado y repetido en series ilimitadas; auna sociedad que ya no une la idea del valor con la realidad del objeto, no le sirven los objetos que son modelos de valor.
II. Es a partir de la modernidad que surge la postmodernidad en tanto reflexi¢n que sobreviene a la modernidad misma, con tres posturas fundamentales: la reformista neomoderna, la versi¢n neoconservadora y el posmodernismo.
Habermas, como principal exponente del reformismo, propone revisar y curar las patolog¡as del modernismo desde una raz¢n iluminada. Propone una reconstrucci¢n de los sistemas, una reelaboraci¢n de categor¡as y conceptos para un examen sistem tico de los diferentes modos de raciuonalidad, y una explicaci¢n de c¢mo estos se plasman concretamente en la vida social y cultural. Por tanto presupone un est ndar normativo para juzgar lo que es patol¢gico y lo que no lo es. En general trata de integrar la vida cotidiana y los sistemas sociales, mostrando c¢mo cada uno presupone al otro. Sostiene que lo que ha sucedido en la sociedad moderna y contin£a sucediendo es un proceso selectivo de racionalizaci¢n, donde prevalece una raz¢n determinada que nos invade y deforma. Es as¡ que trata de dar una reconstrucci¢n racional de las condiciones universales del desarrollo de la raz¢n, tratando as¡ de salvar la potencia emancipadora de la raz¢n ilustrada que para ‚l es la condici¢n a fortiori de la democracia pol¡tica.
En la tesis neoconservadora de Bell, la cultura posmoderna es del todo incompatible con los principios morales de una conducta de vida racional y propositiva. Critica el hedonismo, el "aqu¡ y ahora posmoderno", el individualismo, el consumo, el ocio y el arrivismo. Se produce aqu¡ -seg£n Bell- "un divorcio entre esferas de valor, una tensi¢n estructural entre tres ¢rdenes distintos que se basan en l¢gicas antin¢micas: el hedonismo, la eficacia y la igualdad". Concluye que la posmodernidad es sin¢nimo de fugacidad y es de esta manera una continuidad de la modernidad al prolongar y generalizar una de sus tendencias constitutivas: el proceso de personalizaci¢n. Es as¡ que sustenta que la manera en la que la sociedad puede reestablecer la ‚tica de la disciplina y el trabajo es por medio de la religi¢n.
Finalmente tenemos la postmodernidad con Lyotard, Wellmer, Derrid , Eco como sus principales ponentes. El postmodernismo representa ante todo la incredulidad en los metarrelatos. "El gran relato ha perdido su credibilidad, sea relato especulativo o sea relato de emancipaci¢n. El proyecto del sistema-sujeto es un fracaso y se abre la tarea de la deconstrucci¢n" . El "post" regresa en sus bases te¢ricas -como insin£a U. Eco en Los l¡mites de la interpretaci¢n- al hermetismo, a la polisemia, al infinito, es un movimiento de deconstrucci¢n continua y desenmascaramiento de la raz¢n ilustrada como respuesta al proyecto modernista y su consiguiente fracaso. Esta deconstrucci¢n expresa: a) un rechazo ontol¢gico de la filosof¡a occidental, b) una obsesi¢n epistemol¢gica con los fragmentos y fracturas, c) un compromiso ideol¢gico con las minor¡as en pol¡tica, sexo y lenguaje y d) el sentido del destino se ha perdido y el devenir no tiene finalidad.
Conclusiones
La principal l¡nea que pretendo desarrollar es sobre la pregunta de ¨hacia dónde exactamente nos dirigen cualesquiera de estas tendencias?.
En primera instancia y como ya comentamos, la modernidad pretende envolver en un s¢lo paradigma casi dogm tico al ser humano. Absolutiza los relativos de la raz¢n apuntando constantemente hacia el vac¡o. La modernidad es una m quina que no para, se autosostiene y se destruye en sus propios conceptos. Es una tendencia aglutinante que ha desembocado en grandes descubrimientos cient¡ficos, en un mejoramiento en el confort -para no mencionar "estilo de vida" por ser mucho m s abarcante-; la tecnologización y los medios de comunicaci¢n han acercado y fundido a distintas culturas en un s¢lo motivo cultural; d¡a con d¡a se implementan nuevas soluciones ante el problema de la sobrepoblación, los nuevos virus y las diferencias sociales y ‚tnicas... todos participamos en el paradigma de pretender ser iguales. Paralelamente, existe la misma marginaci¢n que en el siglo III d.C. se hizo entre cristianos y paganos, entre les anciens et les modernes, o se est dentro o se est fuera de los modelos; el ecocidio, el nihilismo, el sinsentido de siempre ir hacia la nada, la dominaci¢n desde las c£pulas rectoras, desde la tecnología; el consumismo, la inercia, la metalizaci¢n de la sociedad, la urbanizaci¢n del mundo y la irresoluta relaci¢n entre individuo y masa nos hacen cuestionarnos la validez de esta tendencia que ha durado centurias.
La postmodernidad, por su parte, habr¡a que analizarla, m s que como una reacci¢n, como un efecto de la decadencia de la modernidad. Lo moderno se est descomponiendo -ellos dir n deconstruyendo-, sus an lisis si bien pretenden fragmentar la totalidad y hacer que lo burdo caiga por su propio peso dejando arriba lo m s puro y ligero, no podemos esperar de este movimiento -que no tendencia- un punto al cual dirigirnos. Bajo la posmodernidad, ni siquiera existe un ir-hacia. Una tendencia implica una direccionalidad un movimiento acaso s¢lo una agitaci¢n. La postmodernidad no propone s¢lo cuestiona tolerantemente y existe. De esta manera la deconstrucci¢n mas que hablarnos de la realidad nos habla de sus muy particulares fragmentos y de sus res¡duos.
Finalmente el planteamiento de los neoconservadores, es tambi‚n un planteamiento moderno en tanto paradigm tico; plantea l¡mites religiosos en tanto morales y ‚ticos; nunca propone un f¡n metaf¡sico, s¢lo una cura social y productiva. El dogma social es su principal problema, dado que donde no existe cuestionamiento prevalece la muerte del pensamiento.
As¡ como la l¡nea del modus moderno nunca toca su f¡n -y por ello los griegos recurren al concepto divino de Hermes-,la red de relaciones postmodernas es infinitamente fragmentable.
Saber qu‚ pauta tomar y bajo qu‚ perspectiva conocer los movimientos del hombre no es tarea nada f cil, dado que de entrada nos demanda tomar una postura.
Si analizamos los planteamientos de Campbell, Eliade, Jung, Fromm, Rabrindanath Tagore, y gran parte de las cosmovisiones antiguas, podremos delinear una carencia fundamental en las propuestas que hemos venido analizando en este trabajo: una definici¢n del hombre per se, un algo que lo acerque a los valores absolutos, no a partir de una raz¢n limitada -por grande que esta sea- sino a partir de una percepci¢n del universo arquet¡pica. La experiencia arquet¡pica, la herm‚tica, la alqu¡mica, la m¡stica no anulan la raz¢n: la iluminan.
A pesar de las muchas causas que hicieron caer al mundo del mito y el pre-capital vale la pena hacer una revisi¢n de la direccionalidad del hombre antiguo. Estemos o no de acuerdo con su idea del mundo, algo que hay que reconocerle es que esta idea era abarcante, no tanto como paradigma a ser emancipado, sino que su visi¢n del mundo social, ético, económico, religioso, cognoscible estaba en funci¢n de lo divino como gran meta y veh¡culo existencial. El origen, el camino, el f¡n y todo aquello que no concibieran con sus mentes, se cerraba en un c¡rculo perfecto de relaciones. Su cosmovisión lo empapaba todo, todo ten¡a sentido. Y esto m s que ir en relaci¢n con la religiosidad de Bell, tiene que ver con una m¡stica social, plural y elevada que interprete al hombre tal como es, no como se pretende enmarcarlo. Un ser humano no condicionado en su origen, libre y absoluto.
Definir al hombre en su origen y en su f¡n es liberarlo de las tendencias. Es poder orientar la modernidad, la postmodernidad, el postestructuralismo, la deconstrucci¢n, el Criticismo racional, la Filosof¡a de la Liberaci¢n, el neoconservadurismo y toda tendencia hacia un f¡n que realmente libere al hombre como ser integral, un ser que debe satisfacer sus necesidades de supervivencia, de libertad y de liberaci¢n, reconociendo al hmbre como fragmento y totalidad a la vez, como cultura y universo, como un ente social insertado en una realidad econ¢mica, social y pol¡tica y a la vez como un ser total, con una potencia m¡stica absoluta.
. Jrgen Habermas. Modernity vs. Postmodernity. New German Critique, num. 22, 1981
. Marshall Berman. Brindis por la modernidad. Recopil. por Nicolas Casullo en El debate modernidad posmodernidad. Buenos Aires
. Josep Pic¢. Modernidad y Posmodernidad. Alianza Editorial, M‚xico, 1990 pp. 14 y 15
. Idem
. Idem
. Idem
. Umberto Eco en Los l¡mites de la interpretaci¢n. Lumen 1995. M‚xico pg.49
. Ibid. pg. 51
. Cr¡tica de Perry Anderson a Marshall Berman en Modernidad y Revoluci¢n. Op cit.(2) pg.92
. H.G.Schenk en El esp¡ritu de los rom nticos europeos. fce. 1983. M‚xico
. "La fr¡a raz¢n nunca ha hecho nada ilustre"
. "Para nosotros, existir es sentir; y nuestra sensibilidad va indiscutiblemente antes que nuestra raz¢n"
.A Thomas Poole, 16 de octubre de 1797 (Collected Letters of Samuel Taylor Coleridge, Ed. Earl Leslie Griggs -OUP 1956-, Vol.I pp.209-210)
. Op cit (3) pp. 18-19
. Ibid. pg.25
. Ibid. pg.30
. Recomiendo para el an lisis de este £ltimo punto: H.H. Arnason. A History of Modern Art.(T&H. 1986, London) y Marco Livingstone. Pop Art -a continuing history- (T&H. 1990, London)
. Andreas Huyssen en Cartograf¡a del post-modernismo. Op cit (3). pp. 204-210
. J. Habermas. The Philosophical discourse of modernity. MIT Press 1987. USA
. Op cit (3) pg.38
. ibid pg. 39
. Marshall Berman. Brindis por la modernidad. Recopil. por Nicolas Casullo en El debate modernidad posmodernidad. Buenos Aires
. Josep Pic¢. Modernidad y Posmodernidad. Alianza Editorial, M‚xico, 1990 pp. 14 y 15
. Idem
. Idem
. Idem
. Umberto Eco en Los l¡mites de la interpretaci¢n. Lumen 1995. M‚xico pg.49
. Ibid. pg. 51
. Cr¡tica de Perry Anderson a Marshall Berman en Modernidad y Revoluci¢n. Op cit.(2) pg.92
. H.G.Schenk en El esp¡ritu de los rom nticos europeos. fce. 1983. M‚xico
. "La fr¡a raz¢n nunca ha hecho nada ilustre"
. "Para nosotros, existir es sentir; y nuestra sensibilidad va indiscutiblemente antes que nuestra raz¢n"
.A Thomas Poole, 16 de octubre de 1797 (Collected Letters of Samuel Taylor Coleridge, Ed. Earl Leslie Griggs -OUP 1956-, Vol.I pp.209-210)
. Op cit (3) pp. 18-19
. Ibid. pg.25
. Ibid. pg.30
. Recomiendo para el an lisis de este £ltimo punto: H.H. Arnason. A History of Modern Art.(T&H. 1986, London) y Marco Livingstone. Pop Art -a continuing history- (T&H. 1990, London)
. Andreas Huyssen en Cartograf¡a del post-modernismo. Op cit (3). pp. 204-210
. J. Habermas. The Philosophical discourse of modernity. MIT Press 1987. USA
. Op cit (3) pg.38
. ibid pg. 39
1 Comments:
Una maravilla: <<...aquel que ve en todo la maravilla del Ser con infinitos nombres, aquel que ha sintetizado cotidianidad y trascendencia en una sola fórmula.>>
10:37 a.m.
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